N° 2Abril 2015
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Reseñas

Los escritores y el mundo financiero

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Antonio González Estévez
Jefe del Servicio de Atención al Asegurado del CCS
 

El objeto de estas breves notas tiene como finalidad comentar, desde un punto de vista meramente divulgativo y sin mayores pretensiones, las relaciones que han podido existir entre los escritores y el mundo financiero y asegurador. Teniendo en cuenta el adagio latino, “carmina non dant panem”, es decir, las canciones, los poemas no dan de comer, resulta evidente que tanto en los tiempos pasados como hoy en día, muy pocos escritores viven o han vivido, exclusivamente, de la literatura y ello salvo unas  pocas excepciones que confirman el mencionado aforismo. En el sentido apuntado, el poeta, periodista y Premio Cervantes, Juan Gelman decía que no es el poeta el que alimenta al periodista, sino que es el periodista quien da de comer al poeta.
 
La profesora y escritora Daría Galateria (Roma,1950), nos cuenta en su interesante obra “Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores” (Ed. Impedimenta 2011), los diversos oficios o profesiones que han tenido que desempeñar algunos escritores para poder sobrevivir y, en definitiva, para  llevar a cabo su obra literaria.
 
En todo caso, llaman la atención las variadas, e incluso insospechadas profesiones u oficios que han desempeñado algunos escritores. Actividades que pueden resultar tan dispares como la de cartero (Charles Bukowski, Willian Faulkner); abogados (John Grishan, Lorenzo Silva, Ildefonso Falcones); médico (Antón Chéjov; Louis-Ferdinand Céline, Mijail Bulgakov, Artur Schniztler); diplomáticos (Pablo Neruda, Octavio Paz); policía (George Orwell) e incluso, entre otras actividades, traficante de esclavos, como Voltaire que murió siendo uno de los hombres más ricos de Francia. Alguno, como el fenómeno literario actual, Haruki Murakami, regentando con su esposa un bar de jazz. Y nada más congruente para un escritor que la profesión de bibliotecario (Jorge Luis Borges, Lewis Carroll, Rubén Darío, Marcel Proust). Y, por supuesto, también, como profesores de universidad (Philip Roth, Saul Bellow, Umberto Eco). Tampoco podían faltar funcionarios (Bram Stoker, Nikolai Gogol, Naguib Mahfuz, Juan Garcia Hortelano, Antonio Muñoz Molina).
 
En relación con el ámbito financiero, empezaremos citando a Italo Svevo, cuyo verdadero nombre era Ettore Schmitz y su obra más conocida “La conciencia de Zeno”. Svevo trabajó durante más de dieciocho años en la sucursal que tenía en Trieste el Gran Instituto de Crédito Unión. Si bien, finalmente, acabó llevando los negocios de la familia de su mujer. Circunstancia que le llevó a aprender inglés, siendo su profesor un joven irlandés, James Joyce, autor de “Dublineses”, “Retrato de un artista adolescente” y, sobre todo,  “El Ulises”, obra fundamental de la literatura contemporánea.
 
Franz Kafka, escritor que nació en 1.883, en la Praga del Imperio Austrohúngaro y uno de los autores más influyentes de la literatura universal, vinculado al existencialismo y al expresionismo (“El Proceso”, “El Castillo” y “La Metamorfosis”), empezó a trabajar en la Agencia General de Seguros Generali en Praga, donde fue admitido por sus conocimientos de alemán, checo, francés e inglés. Como vemos el conocimiento de  idiomas ya se valoraba en el siglo pasado a la hora de encontrar trabajo. Posteriormente, fue contratado en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales del Reino de Bohemia, donde trabajará prácticamente  durante toda su vida.
 
El poeta y premio Nobel de Literatura, en el año 1.948, Thomas Stearn Eliot, autor de una prolífica obra, entre las que destacan “La tierra baldía”, “Cuatro cuartetos” y “Prufrock y otras observaciones”, nació en Estados Unidos en 1.888 y acabó adquiriendo la ciudadanía británica. Eliot empezó a trabajar como profesor universitario y terminó dejando su  brillante carrera académica en Harvard para trabajar en la banca, en concreto en el Lloyd´s de Londres. Eliot decía que si bien la poesía no le había ayudado en su carrera bancaria, su trabajo en la banca le había permitido escribir sus poemas. Este año se conmemora el cincuenta aniversario de su fallecimiento y se puede afirmar, sin duda alguna, que fue uno de los poetas y críticos literarios más importantes del pasado siglo.
 
Otro autor que desarrolló su vida laboral en un banco, fue el escritor francés Jean Giono, autor de “El húsar en el tejado”  y de “Un rey sin diversión”, novelas que fueron llevadas al cine. En vida fue considerado uno de los más grandes escritores franceses por André Malraux. Trabajó más de dieciocho años en un banco, hasta que se convirtió en un autor famoso y acabó publicando su obra en la prestigiosa editorial  francesa Gallimard.
 
Bohumil Hrabal, nacido en Brno (Moravia), y autor, entre otra obras, de “Trenes rigurosamente vigilados”, llevada al cine por Jiri Menzel y premiada con un Oscar en 1967, y “Yo que he servido al rey de Inglaterra”, desempeñó multitud de oficios, obtuvo el doctorado en Derecho y, después de la Segunda Guerra Mundial, acabó trabajando como agente de seguros en el Fondo de Jubilación e Invalidez para Artesanos y Comerciantes.
 
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial y ante la invasión de Polonia por el ejército alemán, el escritor polaco Witold Gombrowicz, se vio obligado a trasladarse a Buenos Aires, y se puso a trabajar en el mundo bancario, en concreto, en una sucursal del Banco Polaco en Argentina. En una de sus novelas más importantes, “Transatlántico”, narró sus vicisitudes como inmigrante y como empleado bancario.
 
El poeta estadounidense Wallace Stevens (“Poemas tardíos”, “La roca”; “Las auroras de otoño”), a quien en 1.955 le fue concedido el Premio Pulizter de poesía, trabajó prácticamente durante toda su vida como abogado en una compañía de seguros, la Hartford Accident and Indemnity Company y de la cual llegó a ser  vicepresidente.
 
En el primer tercio del siglo XX, cabe citar al famoso y aclamado autor teatral español Pedro Muñoz Seca (“La venganza de don Mendo”, “La pluma verde”, “Los extremeños se tocan”). Estudió Filosofía y Derecho en la Universidad de Sevilla, luego se trasladó a Madrid para ejercer la abogacía y en el año 1.908 fue nombrado Jefe de Negociado en la entonces denominada Comisaría  General de Seguros del Ministerio de Fomento.
 
Por otra parte, escritores tan distantes como José Luis Sampedro y Francisco Ibáñez, tienen el nexo común de que ambos trabajaron en el sector bancario. Sampedro llegó a trabajar en el Banco Exterior de España e Ibáñez trabajó  como ayudante de cartera y riesgos en un banco hasta que decidió dedicarse por completo a la publicación de historietas (“Mortadelo y Filemón”, “Rompetechos”, “El botones Sacarino”).
 
El escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura de 1.998, autor de una extensísima obra literaria (“Memorial del convento”, “El año de la muerte de Ricardo Reis”, “La balsa de piedra”, “Ensayo de la ceguera”, “La caverna”), entre las diversas profesiones que desempeñó, administrativo de la seguridad social, crítico literario, empleado de una editorial y periodista, también trabajó durante algún tiempo en una compañía de seguros.
 
Un autor reciente, Tom Clancy, escritor mundialmente conocido, creador del personaje de Jack Ryan y que falleció en el año 2013, comenzó su vida profesional como agente de seguros. Sus novelas fueron auténticos superventas y muchas de sus obras fueron llevadas al cine con gran éxito comercial. Entre otras, “La Caza del Octubre Rojo”, “Peligro Inminente”, “Juego de Patriotas” y “Pánico Nuclear”.
 
Para finalizar y enlazando el séptimo arte con el mundo del seguro, no me resisto a comentar la película “En bandeja de plata”. Dirigida por Billy Wilder en el año 1966 y protagonizada por Jack Lemmon y Walter Matthau.  La historia que se narra desarrolla un intento de defraudar a una compañía de seguros como consecuencia del accidente que sufre un periodista deportivo que es arrollado por un jugador, durante la retransmisión de un partido de fútbol americano. Lo que no ha sido más que un mero accidente leve, se quiere convertir por el cuñado del periodista que es abogado, en un accidente con graves lesiones para lo que el periodista debe fingir una importante inmovilidad. En definitiva, estamos ante una conducta constitutiva de una estafa de seguro que tendrá importantes consecuencias para la vida del periodista lesionado, que finalmente desmontará toda la farsa a la que, inicialmente, se había prestado. Se trata de una actividad delictiva con ánimo de lucro y de carácter fraudulento, que en nuestra sociedad actual encuentra un menor reproche social y, consiguientemente, conlleva un menor reproche penal, privilegiándose, esas conductas fraudulentas frente a las actuaciones de carácter violento, que sí tienen un mayor reproche, tanto social como penal. El engaño, bastante, que dice nuestro Código penal, se configura así  como el elemento fundamental y esencial de la estafa, en nuestro ámbito estafa de seguro, ya que es a la entidad aseguradora, en cuanto sujeto pasivo del delito, a la que se debe inducir mediante ese engaño, ardid o argucia, a realizar un acto de disposición patrimonial en su propio perjuicio. Esto es, a abonar una indemnización por un daño que, realmente, no se ha producido, o bien, se ha producido pero de una entidad mucho más leve que la  torticeramente pretendida.
 
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